jueves, 11 de agosto de 2016

Un estudio tiene como objetivo eliminar las diferencias raciales que aparecen en los resultados de los programas de salud estadounidenses para controlar la hipertensión


La disparidad étnica en los resultados de los programas de control de presión arterial que llevan a cabo en Estados Unidos se puede eliminar mediante sesiones de coaching one-to-one - siempre que el programa no requiera que los pacientes acudan de exclusivamente a su doctor, de acuerdo con los resultados obtenidos en un estudio publicado por la Johns Hopkins Medicine. Este hallazgo, descrito en la última edición de la revista Ethnicity & Disease, se suma a las nuevas evidencias de indican que los programas de salud y bienestar funcionan mejor cuando los profesionales de la salud salen de su consultorio y van a buscar a las personas a su comunidad.

"Para las personas que acuden a su cita programada, esta actividad por si sola puede funcionar muy bien, pero esto no solo puede ser suficiente por sí mismo para eliminar la disparidad social observada en los resultados de los programas de salud encaminados a reducir la hipertensión y otras enfermedades crónicas", afirma Lisa A. Cooper, vicepresidenta de la Health Care Equity for Johns Hopkins Medicine y profesora de medicina en la Johns Hopkins University School of Medicine. "Para lograr el éxito en estas intervenciones se requiere una estrategia más amplia y completa."

En un comentario que acompaña al estudio citado, Cooper, que durante décadas ha estudiado las diferencias étnicas observadas en los resultados de los diferentes estudios de salud realizados, establece el alcance del problema. Señala que, si se compara la población estadounidense, los afroamericanos presentaban un 80% de probabilidad mayor de fallecer por accidente cerebrovascular y un 50% más de hacerlo por enfermedades del corazón que los caucásicos, además de también poseer un 320% más de probabilidad de padecer enfermedad renal en etapa terminal. A cada una de estas situaciones de riesgo se debía añadir también la hipertensión no controlada, especialmente entre la población urbana de escasos recursos, donde la riqueza y la desigualdad social y geográfica es muy fuerte.

Por ejemplo, en el barrio de Roland Park/Poplar Hill, que tiene un ingreso promedio mayor de $90,000, la tasa de mortalidad relacionada con enfermedades del corazón es del 14.1 por cada 10,000 habitantes. A solo ocho kilómetros de distancia, en el barrio de Madison/East End, donde el ingreso promedio es de poco más de $30,000, la mortalidad relacionada con enfermedad del corazón se eleva hasta un 35.4 por cada 10,000 habitantes. Como se puede observar la diferencia entre los resultados es muy evidente. Una persona que vive en el barrio de Madison/East End tiene una esperanza de vida de 64,8 años, que es 18.3 años menor que una persona de Roland Park/Poplar Hill.

En respuesta a este problema, en el año 2010, la Johns Hopkins Medicine crea el Johns Hopkins Center con el objetivo de eliminar todas estas disparidades en materia de salud cardiovascular. Como se explica en el comentario del estudio, este centro sirve ahora de base para un estudio de casos clínicos sobre cómo crear lazos entre los investigadores y los miembros de la comunidad para hacer frente a la disparidad racial relacionada con la hipertensión. Este último estudio está financiado a través del propio centro.

Para el estudio, Cooper y su equipo intentaron eliminar el llamado "sesgo de selección" que enturbiaba los resultados de los estudios de intervención llevados a cabo con anterioridad debido a su disparidad racial. En lugar de incluir voluntarios, Cooper y su equipo telefonearon a un total de 3,964 pacientes con hipertensión no controlada - o con presión arterial superior a 140/90 milímetros de mercurio (mm Hg) - que ya habían visitado uno de los seis centros de salud de Baltimore (cuatro en zonas marginadas) durante el año anterior (el número mayor de una toma de presión arterial, o presión arterial sistólica, mide la presión de las arterias cuando el corazón late, y el número más pequeño, o presión arterial diastólica, mide la presión de las arterias entre latidos). El equipo solo fue capaz de contactar a poco más de la mitad de los pacientes que telefonearon. Cuando los miembros del equipo contactaron con los pacientes, se les preguntó si estarban interesados en formar parte de un programa controlar la hipertensión arterial. Se les explicó que cualquier persona que participara en este estudio tendría que acudir a su clínica más cercana tres veces, durante tres meses para ser evaluado por un farmacéutico especializado en esta materia, por un dietista, o por ambos. El programa completo incluía una sesión de 60 minutos y dos sesiones de 30 minutos, con aproximadamente 120 minutos en total de tiempo de consulta.

Del total de 629 personas que participaron en, al menos, una de las tres sesiones clínicas, alrededor de un 9% fueron contactados por teléfono (184 individuos), mientras que los otros 445 fueron remitidos por sus doctores. Solo 245 pacientes del total que asistieron a la primera sesión completaron las tres sesiones. Debido a que las tomas de presión arterial finales no estuvieron disponibles para un 10% de los participantes, solo 229 que lo finalizaron, entre los que se incluían 140 mujeres y 89 hombres, fueron añadidos al análisis final, comparados con los 332 que lo completaron de forma parcial y los 330 no participantes. La edad promedio de los participantes fue de  + 50 años. El 60% de los que completaron las tres sesiones (137 individuos) eran afroamericanos.

De acuerdo con la configuración del programa, los participantes debían reunirse con los farmacéuticos para tratar los asuntos relacionados con la toma de medicación y con los dietistas para trabajar en la mejora de sus alimentación. Las sesiones seguían un patrón de entrevista motivacional donde los diferentes profesionales invitaban a los pacientes a proponer soluciones en lugar de limitarse solo a recibir consejos. Por ejemplo, si un paciente sabía que tenía que bajar de peso y no era capaz de marcarse ese objetivo, pero quería probar un nuevo sistema solo con medicación, el profesional debía enfocarse en un plan junto con el paciente para conseguir como objetivo real la toma diaria de su medicación. Además también se debía cuestionaba a los pacientes sobre sus sistema de apoyo para alcanzar el objetivo y trataba de trabajar a través de la motivación con el objetivo de proporcionar retos alcanzables y así alcanzar el éxito.

Los participantes que completaron las tres sesiones experimentaron un mayor descenso de la presión arterial, con 9 mm Hg menos de presión arterial sistólica (el número superior) y 4 mm Hg menos de presión arterial diastólica (el número inferior) que los no participantes. Los afroamericanos que, en general, iniciaron con tomas de presión arterial más elevadas, experimentaron una mayor reducción en su presión arterial, lo que acabó con la disparidad racial. Como grupo, los participantes que completaron el programa de control de presión arterial alcanzaron un promedio de 137/78 mm Hg. Los 337 participantes que completaron una o dos sesiones también experimentaron una disminución de presión arterial que los no participantes. De promedio, los que lo completaron de forma parcial, redujeron su presión arterial sistólica en 5 mm Hg, y la presión arterial diastólica en 2 mm Hg, frente a los no participantes pacientes elegibles para el programa (es decir, aquellos pacientes que habían visitado una de los seis clínicas en el último año y presentaban una toma superior a 140/90 mm Hg) de presión arterial.

En un nuevo estudio que se esta llevando a cabo tras analizar las lecciones aprendidas del trabajo anterior, Cooper señala que los médicos de atención primaria eran reacios a remitir a los pacientes al programa debido a su particular enfoque sobre la presión arterial. Es por esto que su equipo y él decidieron centrarse en aquellos pacientes que presentaban hipertensión junto con otras enfermedades tales como depresión o diabetes. En este nuevo estudio enfermeras formadas de forma específica en esta materia han sustituido a los dietistas y a los farmacéuticos debido a su capacidad de enfrentar una mayor variedad de problemas clínicos y sociales. Además, el nuevo programa incluye la figura del promotor de salud que puede, solo en caso necesario, visitar a los pacientes en su hogar o en su comunidad para reforzar los consejos que se imparten en la consulta y para ayudar a los pacientes en el acceso a otros servicios de salud, sociales y/o a recursos de la comunidad.

Estos estudios forman parte de un programa de investigación comunitario establecido y sostenido desde el 2010 por el Johns Hopkins Center para eliminar disparidad en materia de salud cardiovascular, con subvenciones de los National Institutes of Health y el Patient-Centered Outcomes Research Institute.

"Mantener la salud o tratar una enfermedad crónica no solo se reduce a una consulta de 15-20 minutos con el médico. Lo que realmente importa es conocer la capacidad del individuo para seguir las recomendaciones relacionadas con los cambios en su estilo de vida, dietae ingesta de medicamentos en su vida diaria, en el hogar, trabajo y en la comunidad", afirma Cooper. "Además de tratar cuestiones médicas, los programas de salud también deben abordar las necesidades financieras, sociales y culturales de los pacientes e intentar unirse con otros sectores de la comunidad con el fin de mejorar la eficacia del programa y alcanzar a los más necesitados."

La investigación fue financiada por el National Heart, Lung and Blood Institute bajo el número de convenio P50HL105187 y el Johns Hopkins Center to Eliminate Cardiovascular Health Disparities.

 


Referencia: The Role of Care Management as a Population Health Intervention to Address Disparities and Control Hypertension: A Quasi-Experimental Observational Study, Tanvir Hussain, Whitney Franz, Emily Brown, Athena Kan, Mekam Okoye, Katherine Dietz, Kara Taylor, Kathryn A. Carson, Jennifer Halbert, Arlene Dalcin, Cheryl A. M. Anderson, Romsai T. Boonyasai, Michael Albert, Jill A. Marsteller, Lisa A. Cooper. Ethnicity & Disease, Vol 26, No 3 (2016). doi: 10.18865/ed.26.3.285

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